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miércoles, 18 de abril de 2012

Como en la jungla...


Siempre he pensado que ser fanático es algo que no debemos tomar a la ligera. Como expreses tu amor por el equipo serás visto y respetado. Es algo así como el comportamiento que demostramos dentro de la sociedad. Es en la espontaneidad de la locura de un juego, en las conversaciones al caer el out 27, o cuando nuestro piloto favorito cruza la meta, que sabemos el tipo de fanático que somos.

En mis años transitando por este loco y variante mundo de los deportes, he notado que aunque somos muchos los fanáticos, no todos somos iguales. Y no me refiero a la frase que escuchamos cuando tratamos de excusar el comportamiento humano en la cotidianidad de los días. De eso que se encarguen los filósofos, que bastante saben. Después de muchas horas de observación en los estadios celebrando los triunfos y lamentando las derrotas de equipos y jugadores, viendo partidos en la televisión y hablando con muchos otros amantes deportivos, entendí que todos queremos lo mismo, pero lo expresamos diferente. Entonces lo vi. Somos del mismo reino, pero no de la misma clase.

La cosa fantástica es que, aunque todos somos fanáticos, no somos del mismo tipo. ¿Y es que hay tipos? Pues, sí! Y son varios. La clasificación a veces causa gracia, otras veces no tanto. La mayoría sabemos reconocer en cuál renglón ubicarnos, y damos casi siempre con los que integran nuestra especie.

¿Aún no tienes ni una pista de la clase de fanático que eres? Pues, no desesperes… Aquí te presento Versiones de fanáticos según Bea.

1.- El ventilador: pueden ser reconocidos a kilómetros de distancia. Los fanáticos que se encuentran en este subgénero casi siempre se  estrenan en el mundo deportivo por mera casualidad. Son aquellos que, en cualquier partido, están viendo para los lados con una sonrisa no muy marcada, tratando de buscar en el aire, en el cielo, o bajo el asiento, alguna voz divina que les tenga compasión, los ilumine y les explique lo que sucede ante sus ojos. Se preguntan “¿Cómo hago para que Juan/Alicia no se den cuenta que estoy más perdido que la mamá de Marco?” Lo mejor de esta clase es que, sin importar que no entiendan ni la “a” por la redonda de lo que ven, hacen bulla, aplauden, gritan y celebran con gran efusividad y quedan estupendos delante de cualquiera. Con el tiempo y si le agarra amor al deporte o a la pareja, terminan evolucionando a la siguiente categoría.

2.- El picado por el gusanito: después de ser arrastrado a muchas citas deportivas, esta clase de fanático se percata que no necesita una grúa que lo lleve para disfrutar del juego. Ahora, empieza a interesarse por entender lo que ve, y si no entiende pues pregunta o lo “googlea”  aprovechando toda la onda tecnológica, para estar al tanto y no perderse en detalles. Cuando no puede ver un partido se siente extraño, y en ocasiones se le escucha en los pasillos de la oficina preguntado qué equipo ganó el juego, o cómo quedó el marcador. Opinan sobre los partidos, profundizando en cosas como el desempeño o la organización de los jugadores. Si estás en este renglón, pues la fuerza está en ti. Vas por buen camino.

3.- El entregado: hablando en términos “dragon balleros” este género es una evolución súper saiyayin. Además de poseer cuanto producto o parafernalia vendan en los kioscos, tiendas o en los puesticos fuera de los estadios, siempre con el escudo o nombre del equipo al cual apoya, los fanáticos entregados tienen un amplio conocimiento del deporte que tanto admiran. Es nutritivo hablar con ellos, porque uno siente que vas aprendiendo montones. Tienen algo interesante que decir en el justo momento y les encanta tener la razón. No importa cómo, si no la tienen se la inventan y les queda como una obra maestra. Pero eso puede ser un poquito irritante y cansón hasta para ellos mismos. Es que eso de querer ser perfectos no está en nuestra naturaleza. ¿Y tener siempre la razón? Bueno mira, como que no. Mosca con eso, porque podemos estar siendo tentados por el lado oscuro de la fuerza.

4.- El zen: una especie que ha sobrevivido a todos los obstáculos y superado cualquier adversidad posible, los fanáticos zen tienen en su haber una gran experiencia en el mundo deportivo. Viven con pasión desenfrenada y respiran cada partido, cada juego como si de eso dependiera su vida. Coleccionan objetos representativos, con significado especial y de importante valor sentimental para ellos. Sufren los tropiezos y derrotas, las sienten en lo más profundo de sus cuerpos. Suelen ser reconocidos porque, aun cuando son los primeros en alabar y celebrar por todo lo alto las victorias de los equipos o jugadores de sus amores, también saben reconocer, sin excusa alguna, cuando las caídas son productos de errores tácticos, mala lectura del juego, o simplemente porque fueron inferiores al rival. A veces la gente se sorprende, porque pareciera que terminan inmersos en una especie de contradicción entre su fanatismo y la objetividad de sus ojos.

¿Un poco loco, no? A decir verdad, creo que todo amante del deporte ha pasado por estas cuatro fases, y quizá terminan siendo una combinación de cada una. Un “ligadito” como dicen por ahí.

Todos los fanáticos que integramos el mundo deportivo, sin importar la fase en la que nos encontremos, vivimos en esta gran tierra. Nos encontramos en una jungla, y así nos comportamos. Sabemos convivir los unos con los otros, aunque tengamos diferencias. Pero si algo es seguro: no importa de qué manos suenan los aplausos o de qué boca salgan las palabras de aliento para nuestros equipos. Si es que sabemos mucho o no tenemos ni pista de lo que sucede. Hay que tener presente que no por ser diferentes dejamos de ser fanáticos.

Mientras disfrutemos la deportividad, apoyemos de cualquier forma a nuestros equipos, eso sin manchar la gala o sin caer en violencia y entrar en polémicas que sólo dañan la imagen de quienes vivimos por el deporte, podremos seguir conviviendo en esta gran jungla.

Recordemos que cuando reconocemos que el rival fue mejor no nos hacemos menos hinchas, pero sí nos ganamos más el título de gente. Aprendemos a ver el deporte con el corazón y con el cerebro, después de todo esa es la meta.

Así que salgamos y celebremos por nuestros equipos. Gritemos y lloremos si nos viene en gana. Pero si pierden, y jugaron mal, mandemos a volar el orgullo, convirtámonos en un fanático zen y aceptemos la derrota. Porque para eso tenemos que ser “hombres” y aprender a ponernos los pantalones y punto!


2 comentarios:

  1. Excelente clasificacion! jejejejej

    y muy bien dicho!

    gracias por compartirlo!!!

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  2. yo soy el gusanito que sabe algo aplaude como loco y se disfruta de momento, pero un buena ventilador cuando llega la epoca de futbol, comprar cosas que digan cowboys, comer pizzA y tomar cerveza viendo los juegos en la casas de los amigos jajajjajaja

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