Hace
un año, apenas, los Boston Red Sox eran el claro ejemplo para cualquier
analista deportivo. Sí, aunque parezca descabellado, era así. Cuando se quería
hablar sobre todo lo que no debía pasar dentro o fuera de un campo de béisbol
para un equipo de Grandes Ligas, fácilmente se podía señalar la pobre actuación
de los patirrojos, y la imagen quedaba tan clara como el cristal.
Si
hacemos memoria rápida, recordaremos cómo los Red Sox hicieron de perder todo
un arte.
Al
mando de Bobby Valentine, quien llegó a dirigir a los de Boston luego del
escandaloso final de la era Francona,
-y a juicio de quien está tras estas letras, una de las peores decisiones que
ha tenido la gerencia del equipo- la novena de Nueva Inglaterra completó una
temporada para el olvido.
Un
equipo errático, sin profundidad en su bullpen, con una rotación de abridores
que no contaba con el apoyo de la ofensiva, pues los bates eran tan grises como
el color del clásico uniforme. No había bateo, y peor, al parecer no había
ganas de hacer algo al respecto. Súmele a eso un manager que nunca logró
adaptarse ni armar un estilo de juego, pues se sentía la tensión perenne entre
los jugadores y quien se supone los dirigía, y tiene la receta perfecta para el
fracaso. Y eso fue, un monumental fracaso.
Basta
decir que en la pasada temporada, los Red Sox quedaron últimos en la división
este de la Liga Americana, con un nefasto record de 69-93, siendo el tercer
peor equipo de todas las Grandes Ligas en esa zafra.
Al
finalizar la campaña, se anunció el despido de Valentine, y la contratación del
ex manager de los Toronto Blue Jays, John Farrel. Ese fue el punto de
inflexión. Ahí comenzó la transformación del equipo de Boston.
Con
un manojo de cambios importantes en la nómina del equipo, 2013 se veía incierto
pero prometedor para la tropa de Farrel. ¡Y de qué forma supieron aprovechar
los nuevos vientos!
Al
finalizar la presente campaña regular, los Red Sox se habían convertido en el
equipo con el mejor record en todas las grandes ligas, finalizando con 97
victorias y 65 derrotas, empatado con los Cardenales de San Luis, y regresando
por todo lo alto a la postemporada.
La
vida, en ocasiones, se encarga de enseñarnos que cuando llegas al punto más
bajo posible lo único que puedes hacer es surgir, y el equipo de Boston, a
pesar de las miradas escépticas del mundo del béisbol, logró salir del hueco
donde se había posado para alcanzar una de las actuaciones más sólidas desde
2007, cuando conquistaron la Serie Mundial por última vez. El golpe anímico de
la temporada pasada parece haber funcionado como incentivo para el equipo.
No
sabemos cómo terminará este gran año de los Red Sox, pues ahora mismo se
encuentran luchando contra los Rays de Tampa Bay por el pase al campeonato de
la Liga Americana, pero parece que la misión de cambio fue cumplida.
Desde
aquí, sólo queda agradecer a Bobby Valentine. Y no, no me equivoco de verbo.
Hay que agradecer. De no ser por ese descarrilado tren, que incluyó a jugadores,
cuerpo técnico y hasta a la fanaticada, sacando una de las peores caras del
equipo, quizás hoy él seguiría dirigiendo a Boston y otra sería la historia.
En una alocada perspectiva, quizá fue ese su aporte a la presente campaña del
equipo de Farrel.
@beaneyvi
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