Si hay algo hermoso en el
deporte es lo impredecible de sus resultados. No importa cuánto sepamos de
numeritos y estadísticas, siempre nos demuestra que uno de los pilares de su
belleza está en que todo puede pasar. ¡Y vaya que eso no falla! No conozco a
nadie ni leí en ningún lugar un pronóstico que diera un resultado como el que
se completó la noche del domingo 28 de octubre de 2012, pero para sorpresa de
todos, los Gigantes de San Francisco barrieron a los Tigres de Detroit 4-0 en
la Serie Mundial para llevarse el título de campeones de las Grandes Ligas de
Béisbol.
Los Gigantes tomaron las
riendas desde el juego uno, y no las soltaron nunca. Inspirados por la
actuación desplegada en el campeonato de la Liga Nacional, donde viniendo de
atrás, se llevaron el título de liga, los dirigidos por Bruce Bochy llegaron a
esta final con el objetivo de quedarse con el trofeo e hicieron todo a la
perfección para lograrlo.
Fueron sólo cuatro partidos, donde
resalta la actuación inolvidable e histórica del Kung Fu Panda de Venezuela,
Pablo Sandoval, quien en el primer encuentro conectó 3 cuadrangulares y un sencillo, para irse de 4-4 esa noche, colocando su nombre en la lista de todos los tiempos, como
el cuarto jugador en toda la historia de las Grandes Ligas en
dar 3 jonrones en un partido, y el único jugador en hacerlo en el primer partido de la Serie Mundial. ¡Un bárbaro, sin duda! Sumado a dos
partidos blanqueando a los Tigres, y un último encuentro que tuvo de todo,
donde se fueron a entradas adicionales y un hit criollo los llevó camino al
título.
Lo hecho por Marco Scutaro en esta serie también es digno de admiración. El segunda base aportó con el bate y el guante
a la causa de los Gigantes, y se vistió de héroe tras dar el hit que impulsó la carrera que le daría el campeonato al equipo de
San Francisco. Gregor Blanco brilló en la defensa, haciendo olvidar a muchos
que el jardín izquierdo era, en algún momento, territorio de Melky Cabrera.
San Francisco lo buscó más
y de mejor forma que los Tigres, con ejecuciones que tocaron la perfección. Las
claves de la victoria de los Gigantes: el bateo oportuno por parte de la
ofensiva, que siempre respondió en los momentos importantes, la pelota pequeña,
caribe, de jugadas cerraditas y agilidad enorme, los toques de bola ingeniosos, de librito, como el de Gregor Blanco en el tercer partido, robos de base y un juego rápido
e inteligente, aprovechando los errores ofensivos y defensivos del rival.
El pitcheo implacable de
Los Gigantes terminó de llevarlos a la gloria, y de hundir al equipo de Jim
Leyland. La efectividad colectiva de los abridores de los Gigantes quedó por debajo
de 2.00, y el relevo fue el complemento para lograr esta enorme victoria.
Impresionante el trabajo desde la lomita de Tim Lincecum y Sergio Romo, quien
sacó los últimos 3 outs ponchando a los tres bateadores de Detroit, donde Miguel
Cabrera terminó entregando el último out en ese cuarto y último partido de esta
serie. Romo fue simplemente intratable desde el montículo. Y es que los
lanzadores de San Francisco silenciaron por completo los bates de Detroit,
hazaña que encaminó a este equipo a paso firme a llevarse los máximos honores
del mejor béisbol del mundo.
Quedó demostrado en esta
barrida estelar, que Bochy le ganó la batalla táctica a Leyland.
Una final de ensueño para
los Gigantes, que culminó con un Pablo Sandoval como el Jugador Más Valioso en
la Serie Mundial, siendo el primer venezolano en conseguir dicha distinción.
Más que merecido para nuestro Pandoval.
Un triunfo más allá de la
perfección para San Francisco, que brilló con luz propia, demostrando al mundo
con garra, con entrega y lucha incansable que haciendo las pequeñas cosas, se
convirtieron en los mejores del béisbol mundial.
Se nos va otra temporada de las
Grandes Ligas. Nos queda celebrar y
disfrutar de esas páginas escritas en la historia de este magno deporte, y esperar
a que en la gran carpa, vuelva a sonar la voz de play ball.
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