La pasión que ha generado la Selección
Venezolana de Fútbol en la afición nacional, desde la época de Richard Páez, es
un fenómeno social que causa impacto. El crecimiento del “fanatismo” por la
llamada “Vinotinto” no tiene precedentes, y hoy día, funciona como el pegamento
necesario en una sociedad que, por miles de razones, se echado raíces en
direcciones contrarias.
Hace unos
cuantos años, muchos decían que el equipo de fútbol de Venezuela estaba para
cubrir un lugar, con poca proyección y sin grandes victorias, lo que les hacía
el blanco del rechazo del público, nacional e internacional.
Sin embargo, en
1961, un muchachito de 15 años, llamado Luis Mendoza hizo entrada en escena, al
debutar en la Primera División del Fútbol Venezolano, y eso cambiaría la visión
de locales y extranjeros, sobre los jugadores criollos.
En ese mismo
año, Mendocita recibiría el llamado de la Vinotinto, para formar parte
del equipo de cara a los IV Juegos Bolivarianos celebrados en 1961 en Colombia,
donde se alzarían con la medalla de bronce. Un tercer lugar importante en la
historia del balompié venezolano.
Inició en la
posición de punta izquierda, pero su talentazo innegable con el manejo del
balón, y su visión de juego, lo llevaron a adueñarse el medio campo de los equipos
donde militaba.
Era ese “10”
que cualquier equipo desearía tener. Jugaba con todo lo que su cuerpo podía
dar, con el corazón y la mente siempre en el objetivo. Sus goles eran dignas
joyas de exhibición, y su integridad profesional jamás se puso en duda.
En 1966 fue
elegido como el mejor jugador del año, durante su paso por el Deportivo Italia.
Obtuvo cuatro
campeonatos de la Primera División de Venezuela, dos con el Deportivo Italia, y
los otros dos con el Deportivo Galicia y Portuguesa respectivamente.
Se alzó con un
campeonato de Copa Venezuela con el equipo de Estudiantes de Mérida en 1971.
La Copa
Libertadores lo vio jugar en 8 campeonatos, donde llevó su extraordinario
talento fuera de nuestras fronteras.
Vistiendo la
camiseta Vinotinto, Mendocita disputó 55 partidos en las categorías
nacionales, participando en un Sudamericano Sub-20 en 1964, donde Venezuela
consiguió el 7mo lugar. Vio acción en tres torneos de Copa América (1967, 1975,
1979), y en dos Eliminatorias mundialistas (1966 y 1970).
Llegó a ser el
Director Técnico de Venezuela, asumiendo el cargo en junio de 1981, pero se
haría a un lado por diferencias con la Federación.
Luis Mendoza,
nuestro Mendocita, siempre ha vivido y respirado el
fútbol. Es futbolista desde siempre. Respira fútbol. Sus palabras para los
actuales guerreros vinotinto simplemente inspiran y ponen a soñar a cualquiera.
Grandes
jugadores criollos han dejado huella en el fútbol nacional, pero Luis Mendoza
dejó una huella imposible de borrar. Coraje, disciplina, constancia, amor al
fútbol, amor a la camiseta nacional, trabajo en equipo, instinto de superación,
las ganas de ser siempre el mejor de todos, y hasta ahí llegó. Uno de los
mejores en la historia de nuestro fútbol.
Todos los
equipos deberían tener, por lo menos, un Mendocita.
Que ayude en las peores adversidades, que no deje que nadie le imponga algo que
vaya contra sus ideales. Que luche por lo que cree, por lo que desea lograr.
Las valiosas bondades de un jugador que
siempre dejó todo en la cancha, que brilló con luz propia. Que sin importar los
años, seguirá siendo el eterno 10 de la selección.