Pensar
en los grandes personajes que nos ha regalado el deporte, en todo el mundo,
recordar sus hazañas y admirar su talento. Así pasamos el tiempo quienes amamos
los deportes, y en consecuencia, apoyamos a quienes lo hacen posible.
La
fama y el éxito van de la mano con la admiración de quienes están detrás de un
televisor, en las gradas o en el otro lado de la computadora. El punto álgido
de todo esto es que, un sólo paso en falso – o quizás más de uno - pueden
mandar a la lona toda una carrera de éxitos y aplausos.
Y
esa fue la historia de uno de los boxeadores más controversiales que ha visto
Venezuela.
Conocido
como “El Inca”, Edwin Valero tuvo un recorrido tumultuoso en una trayectoria que
vio combinado el éxito con la controversia, y la desgracia. Campeón de peso
superpluma de la Asociación Mundial de Boxeo y peso ligero del Consejo Mundial
de Boxeo, Valero desde muy joven mostró un enorme talento en el deporte púgil.
Todo
ese potencial deportivo, sin embargo, siempre se vio empañado por la
personalidad y actitud peligrosamente agresiva del venezolano.
Denuncias
por presunto consumo de drogas y un historial de violencia doméstica, marcaron
el principio del fin para este boxeador de potente ataque, pies rápidos, y
temperamento incontrolable.
Una película sobre la crónica de una muerte anunciada – literalmente – donde
lejos de tomar cartas en el asunto, muchos aprovecharon para sentarse frente a
la pantalla en primera fila, y presenciar el desenlace de tan dramático film.
En
marzo de 2010, el Inca fue arrestado luego de amenazar al médico que trató a su
esposa, quien había ingresado a un centro asistencial del país con varias
heridas relacionadas con maltrato físico. Golpes y hematomas que dejaban en
evidencia el infierno que pudo haber sufrido su compañera de vida, quien
también fue su pareja en la muerte.
De
ese primer arresto, nada sucedió. Posteriormente, su esposa y su madre le
denunciaron ante las autoridades competentes por maltrato. Luego de presentarse
en Tribunales de Violencia contra la Mujer, se declaró alcohólico y, tras pasar
cinco días en rehabilitación, terminó “evadiendo” la justicia venezolana.
Luego,
llegaría el quiebre. En abril de 2010, en el Hotel Intercontinental Valencia,
llegaría con su esposa cerca de la media noche. Pocos saben cómo pasó. A las 5
y 30 de la mañana, Edwin Valero comunicó al personal del hotel que su esposa
yacía muerta en la habitación que se les había asignado, y el pugilista
confesó, sin ninguna muestra de remordimiento o de tormento, que había
asesinado con un arma blanca, a Jennifer Viera de Valero.
El
giro inesperado de esta oscura historia. Dos días después de su arresto, luego
de dar muerte a su compañera de vida, Edwin Valero fue encontrado muerto,
ahorcado, en la celda de los calabozos de la policía de Carabobo.
¿Cómo
fue que llegó a punto? Creo que siempre estuvo ahí. Sólo necesitaba el
detonante final. Ese que quitara el anillo a la granada, y explotara todo lo
que estuviese alrededor de este controversial personaje.
Drogas,
excesos y mucha violencia, combinados con fama, publicidad, manipulaciones y
hasta complicidad de quienes, desde un principio, sabían que la bomba estaba
cerca de estallar y no hicieron nada.
Esa
fue su vida. Una vida al borde siempre de la muerte. Una vida que estaba más
del “otro lado” que de este, pero que cual carnaval, observarlo era adictivo.
Una vida que terminó con otra para equilibrar que la suya estaba perdida.
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