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sábado, 25 de mayo de 2013

Roja Directa. Parte I


Pensar en los grandes personajes que nos ha regalado el deporte, en todo el mundo, recordar sus hazañas y admirar su talento. Así pasamos el tiempo quienes amamos los deportes, y en consecuencia, apoyamos a quienes lo hacen posible.

La fama y el éxito van de la mano con la admiración de quienes están detrás de un televisor, en las gradas o en el otro lado de la computadora. El punto álgido de todo esto es que, un sólo paso en falso – o quizás más de uno - pueden mandar a la lona toda una carrera de éxitos y aplausos.

Y esa fue la historia de uno de los boxeadores más controversiales que ha visto Venezuela.

Conocido como “El Inca”, Edwin Valero tuvo un recorrido tumultuoso en una trayectoria que vio combinado el éxito con la controversia, y la desgracia. Campeón de peso superpluma de la Asociación Mundial de Boxeo y peso ligero del Consejo Mundial de Boxeo, Valero desde muy joven mostró un enorme talento en el deporte púgil.

Todo ese potencial deportivo, sin embargo, siempre se vio empañado por la personalidad y actitud peligrosamente agresiva del venezolano.

Denuncias por presunto consumo de drogas y un historial de violencia doméstica, marcaron el principio del fin para este boxeador de potente ataque, pies rápidos, y temperamento incontrolable.

Una película sobre la crónica de una muerte anunciada – literalmente – donde lejos de tomar cartas en el asunto, muchos aprovecharon para sentarse frente a la pantalla en primera fila, y presenciar el desenlace de tan dramático film.

En marzo de 2010, el Inca fue arrestado luego de amenazar al médico que trató a su esposa, quien había ingresado a un centro asistencial del país con varias heridas relacionadas con maltrato físico. Golpes y hematomas que dejaban en evidencia el infierno que pudo haber sufrido su compañera de vida, quien también fue su pareja en la muerte.

De ese primer arresto, nada sucedió. Posteriormente, su esposa y su madre le denunciaron ante las autoridades competentes por maltrato. Luego de presentarse en Tribunales de Violencia contra la Mujer, se declaró alcohólico y, tras pasar cinco días en rehabilitación, terminó “evadiendo” la justicia venezolana.

Luego, llegaría el quiebre. En abril de 2010, en el Hotel Intercontinental Valencia, llegaría con su esposa cerca de la media noche. Pocos saben cómo pasó. A las 5 y 30 de la mañana, Edwin Valero comunicó al personal del hotel que su esposa yacía muerta en la habitación que se les había asignado, y el pugilista confesó, sin ninguna muestra de remordimiento o de tormento, que había asesinado con un arma blanca, a Jennifer Viera de Valero.

El giro inesperado de esta oscura historia. Dos días después de su arresto, luego de dar muerte a su compañera de vida, Edwin Valero fue encontrado muerto, ahorcado, en la celda de los calabozos de la policía de Carabobo.

¿Cómo fue que llegó a punto? Creo que siempre estuvo ahí. Sólo necesitaba el detonante final. Ese que quitara el anillo a la granada, y explotara todo lo que estuviese alrededor de este controversial personaje.

Drogas, excesos y mucha violencia, combinados con fama, publicidad, manipulaciones y hasta complicidad de quienes, desde un principio, sabían que la bomba estaba cerca de estallar y no hicieron nada.

Esa fue su vida. Una vida al borde siempre de la muerte. Una vida que estaba más del “otro lado” que de este, pero que cual carnaval, observarlo era adictivo. Una vida que terminó con otra para equilibrar que la suya estaba perdida.



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