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jueves, 13 de febrero de 2014

En la calle como en la casa...

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Una de las cosas que más escuchamos cuando hablamos con quienes siguen el fútbol venezolano –más allá de la selección nacional- es porqué los equipos criollos rara vez tienen una buena actuación fuera de nuestras fronteras. Siempre surgen interrogantes al respecto, pues como hinchas no sólo quieres ver resultados en el torneo local sino en los torneos internacionales donde participan los planteles venezolanos.

Este fenómeno que vive nuestro balompié es una constante que hemos observado por tantos años, que la verdadera pregunta termina siendo ¿por qué no se hace algo serio al respecto?

Muy a pesar de quienes amamos este deporte, el fútbol venezolano, aún con los avances que ha mostrado en el devenir de los años, sigue siendo poco competitivo si lo comparamos con el resto de Sudamérica. No se busca polemizar en este particular, simplemente es la afirmación de algo que podemos observar y vivir año tras año, cuando a nuestros equipos les corresponde participar en torneos foráneos.

No hay que escudriñar demasiado para encontrarnos con que la actuación de los equipos nacionales termina pasando por debajo de la mesa, y casi siempre tienen un dejo de vergüenza que ponen al desnudo las carencias que vive nuestro fútbol. Sí, existen planteles que han logrado trascender y brillar, pero son excepciones que no logran contrarrestar con lo que se ha convertido en una norma para los conjuntos criollos.

Si nos remontamos a lo básico, para que un equipo pueda mostrar competitividad fuera del país donde milita, hace falta más que tener una plantilla millonaria con jugadores top. Ojo, la inversión que se hace para armar una oncena es importante, pero no lo es todo. Y a veces ni con eso logras el objetivo.

El caso del balompié en Venezuela viene en simbiosis con una falta de calidad, inversión, rendimiento y orden en los torneos locales. Entra entonces la flamante Federación Venezolana de Fútbol, con su majestad Esquivel a la cabeza, quien juega el rol más importante a la hora de calificar la competencia dentro del territorio nacional, pues como organizadores tienen parte de la responsabilidad en sus manos.  

Hace dos semanas comenzó el torneo de clubes más importantes de este lado del continente, la Copa Bridgestone Libertadores. En la primera ronda, Venezuela tenía al Caracas FC como uno de sus representantes. El equipo de la capital buscaba su pase a la fase de grupos y para ello, debía enfrentar al Lanús argentino. Poco fútbol mostró el plantel criollo que terminó por despedirse de la competición sin siquiera poder marcar un gol a favor, sumando este resultado a los últimos desastres internacionales que ha tenido el equipo de la Cota 905.

Mismo cuento para el Zamora FC, aunque el equipo dirigido por Noel Sanvicente mostró superioridad en la cancha, pero no supo capitalizar las oportunidades creadas y terminó cayendo –casi de forma injusta- ante el actual campeón del torneo, el equipo de Mineiro. También el Deportivo Anzoátegui tuvo una clara oportunidad de llevarse la victoria en Puerto La Cruz, pero al no saber aprovechar la ventaja terminó en un amargo empate con el Peñarol paraguayo.

Esa es la historia de nuestro fútbol en el exterior. Vemos cómo se va desarrollando en el casi, ligando que golpes de suerte acompañen a los equipos, pues mientras no exista una clara mejora en el torneo local –no lo llame liga, pues estructuralmente no lo es- las actuaciones seguirán pasando desapercibidas, y tomaremos como proeza si algún equipo llegase a pasar de ronda en cualquier torneo internacional.

Para nadie es secreto que, en comparación con otras ligas, el torneo local no tiene el mismo nivel de exigencia ni competitividad. Sigo sosteniendo que el fútbol es un negocio y nuestro torneo no es rentable, por eso no ha de extrañar que desde el reino de Sábana Grande no se haga más por mejorarlo, apartando el cambio de nombres, patrocinadores y número de equipos.


Para hablar correctamente de un progreso en el balompié nacional, debe tratarse el mismo como la suma de todas las partes en pro de lograr un objetivo claro. Si la FVF sigue manejando todo al estilo “Hijo preferido, hijo marginado”, separando la selección nacional del torneo local, el espejismo de nuestro desarrollo futbolístico seguirá creciendo, mientras nuestros equipos nos mostrarán -con hechos- dentro y fuera de casa, que la realidad supera a la fantasía color Vinotinto

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