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Una de las cosas que más
escuchamos cuando hablamos con quienes siguen el fútbol venezolano –más allá de la selección nacional- es
porqué los equipos criollos rara vez tienen una buena actuación fuera de
nuestras fronteras. Siempre surgen interrogantes al respecto, pues como hinchas
no sólo quieres ver resultados en el torneo local sino en los torneos
internacionales donde participan los planteles venezolanos.
Este fenómeno que vive nuestro balompié es una constante que hemos
observado por tantos años, que la verdadera pregunta termina siendo ¿por qué no
se hace algo serio al respecto?
Muy a pesar de quienes
amamos este deporte, el fútbol venezolano, aún con los avances que ha mostrado
en el devenir de los años, sigue siendo poco competitivo si lo comparamos con
el resto de Sudamérica. No se busca polemizar en este particular, simplemente
es la afirmación de algo que podemos observar y vivir año tras año, cuando a
nuestros equipos les corresponde participar en torneos foráneos.
No hay que escudriñar
demasiado para encontrarnos con que la actuación de los equipos nacionales
termina pasando por debajo de la mesa, y casi siempre tienen un dejo de
vergüenza que ponen al desnudo las carencias que vive nuestro fútbol. Sí, existen
planteles que han logrado trascender y brillar, pero son excepciones que no
logran contrarrestar con lo que se ha convertido en una norma para los
conjuntos criollos.
Si nos remontamos a lo
básico, para que un equipo pueda mostrar competitividad fuera del país donde
milita, hace falta más que tener una plantilla millonaria con jugadores top. Ojo, la inversión que se
hace para armar una oncena es importante, pero no lo es todo. Y a veces ni con
eso logras el objetivo.
El caso del balompié en
Venezuela viene en simbiosis con una falta de calidad, inversión, rendimiento y
orden en los torneos locales. Entra entonces la flamante Federación Venezolana
de Fútbol, con su majestad Esquivel a
la cabeza, quien juega el rol más importante a la hora de calificar la
competencia dentro del territorio nacional, pues como organizadores tienen
parte de la responsabilidad en sus manos.
Hace dos semanas comenzó
el torneo de clubes más importantes de este lado del continente, la Copa
Bridgestone Libertadores. En la primera ronda, Venezuela tenía al Caracas FC
como uno de sus representantes. El equipo de la capital buscaba su pase a la fase
de grupos y para ello, debía enfrentar al Lanús argentino. Poco fútbol mostró
el plantel criollo que terminó por despedirse de la competición sin siquiera
poder marcar un gol a favor, sumando este resultado a los últimos desastres
internacionales que ha tenido el equipo de la Cota 905.
Mismo cuento para el
Zamora FC, aunque el equipo dirigido por Noel Sanvicente mostró superioridad en
la cancha, pero no supo capitalizar las oportunidades creadas y terminó cayendo
–casi de forma injusta- ante el
actual campeón del torneo, el equipo de Mineiro. También el Deportivo
Anzoátegui tuvo una clara oportunidad de llevarse la victoria en Puerto La
Cruz, pero al no saber aprovechar la ventaja terminó en un amargo empate con el
Peñarol paraguayo.
Esa es la historia de
nuestro fútbol en el exterior. Vemos cómo se va desarrollando en el casi, ligando que golpes de suerte
acompañen a los equipos, pues mientras no exista una clara mejora en el torneo
local –no lo llame liga, pues
estructuralmente no lo es- las actuaciones seguirán pasando desapercibidas,
y tomaremos como proeza si algún equipo llegase a pasar de ronda en cualquier
torneo internacional.
Para nadie es secreto que,
en comparación con otras ligas, el torneo local no tiene el mismo nivel de
exigencia ni competitividad. Sigo sosteniendo que el fútbol es un negocio y
nuestro torneo no es rentable, por eso no ha de extrañar que desde el reino de Sábana Grande no se haga más
por mejorarlo, apartando el cambio de nombres, patrocinadores y número de
equipos.
Para hablar correctamente
de un progreso en el balompié nacional, debe tratarse el mismo como la suma de
todas las partes en pro de lograr un objetivo claro. Si la FVF sigue manejando
todo al estilo “Hijo preferido, hijo marginado”, separando la selección nacional
del torneo local, el espejismo de nuestro desarrollo futbolístico seguirá
creciendo, mientras nuestros equipos nos mostrarán -con hechos- dentro y fuera de casa, que la realidad supera a la
fantasía color Vinotinto.
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