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Si algo hemos aprendido
del fútbol venezolano, su ente mayor, y quienes hacen vida en este deporte
dentro de nuestro país, es la poca atención que se le da a los pequeños
detalles. Y no, no hablamos de lo que sucede dentro de la cancha. Esto va más
allá de esos 90 minutos.
El año pasado, un
incidente tuitero entre el alcalde de
Puerto Cabello, Rafael Lacava, y la hinchada del Caracas Fútbol Club, puso en
evidencia las tensiones típicas del juego, y la rivalidad creciente entre el
equipo de la Cota 905 y la escuadra granate. Sin embargo, lo encendido de los
comentarios emitidos por Lacava, terminó generando reacciones por parte de la Federación
Venezolana de Fútbol.
Laureano González,
vicepresidente de la FVF, manifestó que lo ocurrido entre Lacava y el Caracas
FC era “…un problema entre fanáticos.”
Agregó igualmente: “Yo desconocía de ese
hecho, pero él se identifica como un aficionado más del Carabobo. En la
directiva del equipo Lacava no figura. Si él va a pelearse no le va a ir bien,
porque cualquiera que crea que esa es la solución en el estadio está equivocado.”
Con esas palabras, el ente rector del fútbol nacional dejaba claro
que el alcalde no formaba parte de la Junta Directiva del Carabobo FC, razón
por la cual no le dio mayor importancia a lo ocurrido en las redes sociales.
Suficientes evidencias tenemos como para asegurar que bajo el
mando de Rafael Esquivel y la Federación, en nuestro fútbol puede pasar
cualquier cosa. Así llegaría la funesta séptima fecha del torneo clausura la
cual se jugó en circunstancias nunca antes vistas, en medio de los hechos de
violencia en los que ha estado sumergido el país desde el pasado 12 de febrero.
El Carabobo FC recibiría al equipo de Estudiantes de Mérida en el
estadio Misael Delgado, pese a que los jugadores habían acordado, por
cuestiones de seguridad, no jugar la séptima fecha. La orden de llevar a cabo
la misma por parte de la FVF estaba dada, y en teoría, las condiciones de
seguridad eran óptimas para que se desarrollara el encuentro. O al menos así lo
había asegurado el Ministro del Deporte, Antonio Álvarez.
Una situación de protestas y violencia en los alrededores del Misael
Delgado, impidieron la realización del juego. Las cosas se salieron de control,
y quienes debían velar por la seguridad no pudieron evitar lo que sucedía fuera
del recinto deportivo.
A la espera del pronunciamiento de la Federación en relación al
partido que no pudo efectuarse, llegó la rueda de prensa del alcalde Rafael
Lacava, donde anunciaba su “desvinculación del equipo” (Carabobo FC), y
responsabilizaba a Leopoldo Jiménez por manchar el proyecto del club con
agendas políticas.
La primera pregunta que surge luego de esas declaraciones -por lo menos para quien suscribe- es ¿desvinculación
de qué? Si tomamos en cuenta las palabras de Laureano González en el mes de
agosto, donde aseguraba que el alcalde de Puerto Cabello era “un fanático más” ya que no figuraba en
la junta directiva del equipo, entonces cómo es que Rafael Lacava se desvincula
de un cargo que, supuestamente, no tenía. O quizás, el primer punto a aclarar
es ¿cuál era el cargo ocupaba el político dentro del Carabobo FC?
Luego que el alcalde de Puerto Cabello anunciara su desvinculación del equipo carabobeño, el
destino del granate queda a la
deriva, pues el impulso económico del político formaba parte importante dentro
del proyecto futbolístico del club. Y así lo hizo saber el funcionario en más
de una oportunidad.
La política, aunque Rafael Lacava diga que no, tiene mucho tiempo
instalada dentro del fútbol nacional. Esquivel es un político por excelencia, y
como tal, ha manejado las riendas del balompié criollo durante más de 27 años.
Desde hace mucho tiempo se ha debatido sobre la dependencia que
tienen los equipos nacionales, del Estado a través de gobernaciones o
alcaldías, quienes terminan siendo los principales patrocinadores de dichas
escuadras. Así, hemos visto un auge en las quejas y protestas por parte de los
jugadores y cuerpo técnico por incumplimiento o atraso en los pagos, pero que
por alguna razón, no toman fuerza y terminan pasando bajo la mesa.
Quedará por ver qué le depara al equipo de Valencia. Por ahora,
Leopoldo Jiménez se encuentra en el ojo del huracán, acusado de representar
intereses de una tolda política dentro del equipo, aún cuando al parecer, lo
que hizo fue unirse al llamado todo el gremio futbolístico, quienes habían
decidido que no jugarían la séptima fecha del Clausura.
Lo único claro es la incertidumbre. Las dudas siguen creciendo a
medida que pasan los días. La situación en el país no ha cambiado, aunque la
jornada 8 se llevará a cabo, con el respaldo de la asociación única de futbolistas,
quienes en cuestión de pocos días, y vista la presión ejercida por algunos
equipos –a través de los incesantes rumores
de despidos por circunstancias políticas- decidieron apoyar a la FVF, y llevar
a cabo la próxima fecha.
No queda duda. La relación entre el fútbol nacional y la política
parece estar siempre en un camino rocoso de grandes desaciertos.
Por el bien del deporte –y la fanaticada- esperemos que este Carabobo FC no termine siendo
una versión actualizada del Unión Atlético Maracaibo del 2008-2009.
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