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miércoles, 29 de enero de 2014

Coronación magallanera...

Imagen tomada de la web.

Aquella final se vivía con la mayor tensión posible. No hay nada que genere más estrés en un fanático que ver a tu equipo luchar por el campeonato, y si le sumas que está jugando contra su eterno rival, las emociones se desbordaban a montones.

Mi memoria se parece mucho a la de Doris en Finding Nemo, pero hay cosas que te marcan, se quedan grabadas en la mente y se convierten en tu propio “P. Sherman, calle Wallaby 42, Sidney” –como decía en la película- Son recuerdos que no puedes borrar. Viven contigo, y se hacen parte de tus historias.

Era 1997. Caracas y Magallanes jugaban por el campeonato de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional de la temporada 96-97. El equipo de Valencia dominaba la serie 3-1 y el quinto juego tendría lugar el 29 de enero de ese año.

No sé usted que me lee, pero para mí ser fanática es cosa seria, o al menos así recuerdo que lo aprendí. Uno no empieza a admirar a un equipo sin la influencia de alguien importante en su vida. Para aquel entonces, yo no conocía a una persona que amara tanto a una franquicia deportiva como Aponte amaba al Magallanes. ¡Era un bárbaro! –así, como suelen ser los abuelitos- Y por supuesto, me llevó por los caminos de la nave turca. Él y Álvaro Espinoza, pero esa se las cuento luego.

Aprendí a amar al Magallanes como lo hacía mi abuelo. Así que, al llegar la temporada había que encender la tv, y mirar atenta. Reír, pelear con la pantalla, celebrar y vivir las derrotas. Así era eso, así sigue siendo…

Días antes de comenzar la gran final, e inmersa en la maravilla que implica la inocencia de ser niña, fui a visitar a mi abuelo. No sabía bien por qué estaba en ese lugar de paredes blancas y frío intimidante, pero fuimos a verlo. Estaba loca por contarle sobre las cosas del colegio y por supuesto, hablar del Magallanes.

Aquel señor de piel oscura que me hablaba de béisbol, que me enseñaba la música de Wilfrido Vargas, y a distinguir entre Barlovento y Sotavento, parecía diferente. En una cama, con una lentitud poco habitual en él, hizo su mejor esfuerzo por no mostrar lo que padecía. ¡Y lo logró, como todo lo que se proponía!

Como buen magallanero había dejado claro: sin importar lo que sucediera, de quedar campeones había que celebrar. Mucho más si era contra el Caracas.

Un beso de despedida. La bendición habitual, esa que ya hasta por costumbre a veces ni se escucha, uno sólo la supone. Un largo abrazo y la confianza de que lo vería después.

29 de enero de ese 1997. Día de mucho movimiento en casa. Entre una ducha rápida y el corre corre de mis familiares, lo supe. La mirada vacía y triste de mi mamá fue la antesala a la noticia que todos esperaban. Todos menos yo.

No lo comprendí en el momento. Sólo lloraba. Hasta las 7:30 de la noche. Ese día teníamos una cita con el béisbol, y me tocaba estar en representación de los dos, pues ya tú no estabas. Seguí tus palabras al pie de la letra. Ese 29, celebraba el título de nuestro equipo, luego de un hermoso 10-0 contra el eterno rival. Celebraba contigo, porque no podía hacer otra cosa sino eso, festejar la victoria en medio de mi tristeza infinita.

Te fuiste sin hacer mucho ruido. Tenía apenas nueve años cuando dejé de verte. Mucho tiempo después entendí sobre la funesta enfermedad que te había sacado de nuestro diamante.

Hoy se cumplen 17 años de tu partida. Y hago lo mismo que aquel entonces, pues Magallanes conquistó el título número doce de su historia. Nuevamente en cinco juegos. Hoy ha sido uno de esos días en los que la nostalgia viene con sonrisas, la misma que me invade cada vez que te recuerdo.

No creo en Dios, así que entiendo que un reencuentro entre nosotros no será posible, pero es lindo pensar en todo lo que estarías disfrutando si estuvieras aquí. Con risas, brincando por el bicampeonato, el tercero de nuestra historia. ¡Es que hasta bonito se escucha, chico!

Sigo celebrando y brindando en tu nombre por este nuevo título. Sólo me queda darte las gracias, viejo… Como siempre, Magallanes pa’ ti, pa’ mi y luego para todo el mundo.


domingo, 26 de enero de 2014

A la caza del nuevo seleccionador.


Para nadie es un secreto que el tema del Director Técnico de la selección nacional se esté tratando como uno de los acontecimientos más importantes de nuestros días. Trasciende el ámbito futbolístico y raya en lo político, económico y social.

Me atrevo a aseverar que nunca antes este tema había levantado tanta controversia, publicidad y debates a granel. Claro, esto ha sido gracias al crecimiento que ha tenido la Vinotinto en los últimos años, y la importancia que la misma posee dentro del país. Más allá de un equipo de fútbol, la selección es un gran negocio.

Entendiendo que así son las cosas desde que el equipo nacional se convirtiera en un boom comercial, la revisión del panorama actual del banquillo criollo no es tan “grave” como algunos creen. Me explico con la célebre frase del personaje del Chapulín Colorado: “Todo está fríamente calculado”

La renuncia de César Farías abrió las puertas a un postulado de nombres -casi ridículo- de los posibles sustitutos del cumanés para llevar las riendas del equipo nacional. De eso han hablado hasta las abuelitas en los supermercados. No, no es broma. Difícilmente encontremos hoy a alguien que no tenga su candidato para dirigir a la selección.

Ahora bien, desde hace tiempo el nombre de Richard Páez ha sido el más fuerte para llegar al afamado cargo. Para nadie es un secreto que, después de haber ganado el Torneo Apertura del campeonato local con Mineros de Guayana, Richard haya sacado amplia ventaja a sus más cercanos competidores.

Sin embargo, los últimos días se ha tomado el nombre del merideño como la novedad y el batacazo más importante del balompié nacional. Ante esto sólo pude decir: “¿En serio?”

El afán de tener siempre el breaking news, ser el primero en decir cualquier cosa para poder salir y resaltar “Yo di la primicia” tiene a más de uno tirando dardos en cualquier dirección. No importa cuán ilógico o improbable sea, lo importante es ganar territorio comunicacional. De ahí que el nombre de Bielsa todavía esté en la lista de muchos.

El caso de Richard es ejemplo de ello. Un tubazo ampliamente conocido por quienes seguimos la movida del fútbol nacional, y además, que ha sido noticia reiterada desde hace semanas. Se ha caído en el absurdo, como en tantos aspectos del acontecer nacional.

Entre todo el meollo, hablan de candidatos del comité, de las opiniones de los fanáticos,  de la prensa, en fin, dimes y diretes que sólo tienen un común denominador: Rafael Esquivel.

Aún hay gente que confía en el proceso democrático de escogencia dentro del reino de Sábana Grande, cuando tenemos demasiados años de historia como argumento para asegurar que el presidente de la Federación Venezolana de Fútbol es un político –criollo y de los buenos- que mareando a muchos, termina haciendo lo que quiere, dando ilusión de participación a quienes integran la institución y hasta los que están fuera de ella. Y los involucrados dicen mucho pero no hacen nada. Hay que reconocer, Esquivel en eso es un crack.

Seguirán saltando nombres. El festival de noticias con información de contactos crecerá a medida que vaya pasando el tiempo sin conocer quién será el titular del banquillo Vinotinto. La avalancha de “Yo lo dije primero” no se hará esperar. En esta cacería informativa, quien tenga más nombres en la lista y haya dejado evidencia de su trabajo, seguramente recibirá el crédito.

Y mientras todos los actores de esta tragicomedia le siguen haciendo el juego a la Federación, lo único seguro es que el nuevo técnico será quien el zar del futbol nacional decida, bajo las condiciones que imponga –como siempre ha pasado- porque a medida que exista la complicidad de quienes ven a conveniencia las formas con las que se maneja la FVF y la crítica silenciosa siga imperando, Rafael Esquivel seguirá siendo el rey.

jueves, 16 de enero de 2014

Cuando el fútbol se reduce a dos.

Imagen tomada de la web

Ser parte de la historia, vivirla y sentirla es un privilegio que no todos sabemos apreciar. En política, economía, movimientos sociales. Presenciar de primera mano eventos que a la larga marcarán a una generación, es siempre un regalo.

El deporte no es la excepción. Cada cierto tiempo aparece un personaje. Un ser fuera de lo común que hace la diferencia. Deja marcas en todos los caminos que recorre. Si revisamos, en todas las disciplinas deportivas hay por lo menos un ícono.

En el fútbol, el mundo del balompié al fin conoció el nombre de quien se quedaría con los honores del afamado Balón de Oro, en lo que resultó ser una de las nominaciones más parejas de los últimos años. Tres jugadores se disputaban el codiciado galardón: Cristiano Ronaldo, Lionel Messi y Frank Ribéry.

Como reza el dicho “Todos los caminos conducen a Roma”, esta edición del Balón de Oro parecía tener un solo ganador, y así fue. El portugués se alzó con el premio tras uno de los años más memorables de su carrera, desde el punto de vista individual.

A la premiación le siguieron un sinfín de mensajes, tuits, cadenas y afines, entre los fanáticos de Cristiano y los de Messi, para seguir alimentando la competencia entre estos dos jugadores, en un intento de  determinar quién es el mejor del mundo. Ya esto lo hemos visto. El fanatismo desenfrenado siempre quiere saber quién es el más grande, el más efectivo, el más indispensable. Y parte importante de tan controversial debate también lo ha liderado la prensa, quienes han vendido millones de ejemplares con datos, entrevistas, crónicas y columnas de opinión, avivando la rivalidad entre el luso y el argentino.

Es casi inevitable establecer comparaciones. Pocas veces tenemos la suerte de disfrutar de tanto talento, fenómeno que día tras día engalana las portadas de los diarios deportivos del mundo. Ahora, imaginen cuando esa rareza logra verse en dos personas completamente distintas al mismo tiempo. Eso es lo que sucede con estos dos astros del balompié mundial.

Querer señalar quién es superior resulta muy complicado estos días, donde ambos jugadores son fundamentales para cada uno de sus equipos, tanto a nivel de clubes como de selección. ¿Es necesario establecer hoy día quién es el mejor? ¿Cuál es el sentido al final, más allá de las estadísticas?

Ser fanático en el fútbol –como en todos los deportes- da cierta  permisibilidad de anteponer los colores de un equipo por encima de las habilidades de un jugador. Es por esto que quienes se consideran  admiradores del Barcelona difícilmente admiren o admitan incluso, la grandeza del talento de Cristiano Ronaldo. Eso va contra la biblia del hincha culé. Mismo principio del que parten aquellos quienes defienden a capa y espada al Real Madrid, a la hora de hablar del talento fuera de serie de Lionel Messi. Y así será hasta el final de los días.

Más allá de la actitud tomada por los fanáticos, resulta casi inverosímil ver cómo conocedores del fútbol, entre los que contamos a jugadores, entrenadores, periodistas, directivos y muchas otras personas que hacen vida alrededor de este deporte, han logrado reducir dicha disciplina colectiva a un juego de dos.

A estas alturas, no existe quien no compare a cualquier futbolista con Cristiano o Messi. Pareciera una parte obligatoria del trabajo. Es a eso a lo que hemos reducido el fútbol.

No es la primera vez. El debate Pelé-Maradona es prueba de ello. Sin embargo, ellos fueron jugadores élites, fenómenos mundiales en épocas distintas. Es por esto que lo de Cristiano Ronaldo y Lionel Messi es una joya entre las rarezas del deporte.

¿Quién es el mejor? No lo sé, honestamente. Lo que sí sé es que ha sido una enorme pérdida de tiempo tratar de responder esa pregunta en estos momentos, cuando ambos jugadores están en sus mejores condiciones, en la mejor etapa de sus carreras, y por lo que sabemos, aún tienen mucho por delante para seguir haciendo lo que mejor saben hacer. Ya llegará la hora de responder quién fue el mejor. Porque esa será la pregunta válida.

Hasta entonces, disfrutemos del fútbol que ambos nos regalan. Después de todo, el fenómeno Messi-Cristiano es una especie de cometa Halley, y no sabemos si viviremos para verlo una vez más. 

martes, 7 de enero de 2014

Manos extranjeras: ¿Es eso lo que necesita el futuro Vinotinto?

Continúa la novela. Son muchas las especulaciones en el seno del fútbol venezolano. Los nombres entran y salen cual carrusel burlesco y a pesar del tiempo transcurrido, todo ha cambiado y todo sigue exactamente igual.

Desde la polémica y muy superficial renuncia 2.0 de César Farías –típico del ex seleccionador nacional- el debate sobre quién debe asumir las riendas de la selección mayor ha sido una constante entre periodistas deportivos, expertos del balompié y fanáticos en general. Es lógico, todos queremos saber el nombre de la persona que manejará a la Vinotinto con miras a la próxima Copa América y posteriormente, el Mundial de 2018.

Entre los dimes y diretes de la discusión más álgida que ha tenido el fútbol nacional desde la eliminación de Venezuela en el pasado premundial, se escucha que es un director técnico criollo quien debe entrar como el sustituto de Farías. Ahí saltan nombres como el de Noel “Chita” Sanvicente, Eduardo Saragó y hasta el mismo Richard Páez, quien ya asumió una vez el compromiso de ser el timonel del seleccionado nacional.

Otros, hablan de la necesidad imperiosa que tiene Venezuela de contar con un técnico extranjero con experiencia mundialista, que le aporte una visión distinta al juego venezolano y sepa manejar el talento que aportan los futbolistas que integran el equipo. Entonces resaltan nombres como el de Marcelo Bielsa –uno de los mejores humos vendidos en 2013- el “Bolillo” Gómez, y hasta Mario Alberto Kempes sonó como uno de los candidatos al banquillo nacional.

¿Qué es entonces lo que necesita Venezuela para esta próxima etapa? ¿Es un extranjero la pieza que falta para llevar a la selección al siguiente nivel?

Sin duda, cuando se habla de nombres extranjeros, del roce con el fútbol internacional como elementos claves para hacer crecer y evolucionar a nuestra selección, la idea de un técnico nacido más allá de las fronteras criollas se vuelve apetecible. Miramos con admiración y algo de “celos no malintencionados” el caso de la selección de Colombia, que consiguió de la mano de Pekerman su boleto a la cita mundialista de Brasil, o recordamos a Bielsa, su paso por el seleccionado chileno y lo que logró durante su trabajo con ellos.

Todo parecería indicar que un seleccionador sin nuestro gentilicio podría ser una buena solución para la actual Vinotinto, en la búsqueda de la tan anhelada clasificación a un mundial de mayores por primera vez en la historia del fútbol nacional.

No se puede afirmar que esa sea la respuesta. Si de querer se trata, la lista de seleccionadores extranjeros a quienes nos gustaría ver dirigiendo a la selección es larga y laureada, pero sabemos que eso no lo es todo. Hace falta un profundo trabajo, concentrado y enfocado no sólo en las bases sino en lograr resultados con un juego estructurado, con sentido, un fútbol de creación y espacios, para poder lograr el objetivo final, y ni así es seguro que se llegue a la meta.

Atrás debe quedar el balonazo descontrolado, la falta de ataque porque “con un gol nos basta”, hay que olvidarse de arrinconar al rival aún cuando termina goleándote. Ni hablar de buscar amigos o enemigos entre quienes no pisamos el campo como jugadores o cuerpo técnico, pues es un sinsentido desde todo punto de vista. La oportunidad de comenzar un trabajo de cero, limpio y enfocado 100% en el fútbol está nuevamente presente.

Mientras todo esto revolotea por nuestras mentes, día tras día seguimos escuchando lo que parece ser el desfile de candidatos mejor organizado –en silencio- por la Federación Venezolana de Fútbol y su zar, Rafael Esquivel. Sin embargo, las declaraciones oficiales en torno al nuevo seleccionador han sido pocas. Se ha toreado el tema con tal habilidad, que quienes estamos fuera del reino de Sábana Grande hemos hecho el trabajo, mientras ellos siguen de forma conveniente en el letargo vacacional que les dejó la salida de César Farías.


Seguiremos esperando. Si algo nos ha enseñado ese ser mitológico denominado CAR, es a cultivar la paciencia. Amanecerá y veremos…

@beaneyvi