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lunes, 21 de mayo de 2012

Una victoria en blanco y negro

La historia abre sus puertas una vez más, y deja ver en sus majestuosas páginas el nombre de Venezuela.

En esta oportunidad, el turno fue para el piloto maracayero Pastor Maldonado, quien el pasado domingo logró lo que ningún venezolano había alcanzado antes: Ganar una carrera en la máxima categoría del deporte automotor.

En nuestro país, las opiniones respecto a Maldonado y su participación en la Fórmula 1, se encuentran tan polarizadas como su misma gente.

Algunos encuentran insólito el patrocinio de unos 60 millones de dólares anuales de PDVSA para que el piloto corra con la escudaría Williams (no soy amiga de Pastor. ¡Que pase el _______ del contratooo! Como diría la “señorita Laura”), cuando la realidad de la sociedad venezolana indica que quizá esa cantidad pudo invertirse en salud, educación o seguridad, y hacer uso de ese dinero para el beneficio de la colectividad.

Otros, piensan que no debe importar lo mucho que se invierta en el patrocinio de la petrolera del estado a favor del deportista nacido en Maracay, mientras esté presente como patriota en la élite del automovilismo.

Pero con motivo de hacer honor a la bandera a cuadros que indicó su victoria en el Gran Premio de España, decidí admirar la carrera y, escribir este post en blanco y negro. Tengo como máxima que hay cosas que no deben mezclarse. Política y deportes son dos de esas cosas. Quizá el protagonista de este escrito no juegue bajo las mismas reglas, pero es la única forma que encuentro para disfrutar de la belleza de esto que tanto me apasiona.

Pastor Maldonado tuvo una actuación inteligente y brillante, desde la largada hasta el momento de culminar la carrera. Demostró concentración y madurez, aun en los momentos más dramáticos.

Con las miradas sobre Fernando Alonso, quien se encontraba en casa, Pastor se mantuvo siempre firme. Hizo lo que debía sin arriesgar demasiado y con cada vuelta, encontraba la claridad necesaria para alcanzar su objetivo, manejando la presión que le imponían los otros competidores que estaban tras la caza de ese primer lugar. 


Una estrategia de 3 paradas en pits, como suele hacer la escudería Williams, permitió al venezolano tomar la punta de la carrera, y su determinación por llegar a lo más alto del podio le mantuvo en el lugar que todos querían. Controló su velocidad y nunca bajó la guardia. Era la primera vez que se le veía con rumbo fijo, y decidido a ganar. 


Atrás quedaban los grandes nombres, leyendas indiscutibles del deporte motor. Era el día de Maldonado.

Al final, después de 66 vueltas, la esperanza, las ganas y las ilusiones se hicieron realidad. Bandera a cuadros para el piloto que lleva en su casco la bandera de una nación que, encuentra en el deporte, una de las pocas formas de olvidar las divisiones políticas, religiosas o sociales.

Podemos o no estar de acuerdo con lo que está detrás de la participación de Pastor Maldonado en la Fórmula 1, ese derecho nos pertenece y debe respetarse, pero al momento de escuchar el Gloria al Bravo Pueblo por primera vez, lo único que se me vino a la mente fue mi país, la alegría de ver un talento nacional triunfar.

Seguiré apostando a los deportistas venezolanos. Seguiré aupando y alentando para que cada día sean mejores, apoyándoles en cada momento para ver en lo más alto de cada podio el tricolor criollo, y escuchar las notas de un himno que, sin importar las diferencias, nos representa y une a todos.

Quizá Maldonado ligue su talento deportivo con sus ideales políticos, logrando de esa forma contribuir con las críticas a su persona e intensificar el desinterés de muchos en su actuación, pero ni él mismo logrará que deje de emocionarme y alegrarme por su crecimiento en las pistas. Después de todo, señor Pastor, su bandera también es mi bandera.


1 comentario:

  1. Demasiada buena esta reseña...

    120% de acuerdo contigo! Deportes y política NO SE DEBEN LIGAR!!!

    Saludos!

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