Voy bordeando el estadio para entrar.
Desde lejos se escucha Ehhhhh La Guaira, Eh Eh Eh La Guaira. El partido ya
comienza y me asomo por una de las puertas para adentrarme en el juego. Por
aquí no es –me dicen- más adelante, es casi la última.
Acelero el paso porque no quiero
perderme nada de esa algarabía que sale por las puertas que transito a casi
alta velocidad. Pienso que me estoy perdiendo algo importante. Hay una venta de
comida rápida en forma de pelota de béisbol, me tengo que parar sin remedio porque
me parece de lo más original. Quiero comprar. Me provoca un refresco de Colita,
tan propio de Venezuela. Me dicen vamos, que adentro venden de todo mientras
ves el juego. Sigo y ya estoy cerquita de la puerta de entrada, me siento como
una estrella de rock que entra al escenario. La luz es blanquísima y muy
brillante. Contrasta con la oscuridad que bordea al estadio.
Me recibe una rica samba. Esa es la que
pone al estadio a bailar aunque no tengas ganas. Aquí la gente no camina sino
que va a ritmo de samba. Pregunto sobre esta música y me contestan casi a coro:
es que somos la fanaticada ¡más alegre del béisbol!
El juego es contra Caribes de Anzoátegui
pero aquí todo el mundo viste de azul y rojo, y en todas partes se lee
“Tiburones de la Guaira”
Me toca sentarme cerquita del dugout de
los Tiburones. Los jugadores casi están al alcance mi mano. Que increíble la
cercanía que hay entre las gradas y el campo. SI doy un paso, de seguro llego
al terreno de juego. ¡Veo hasta las gotas de sudor de los jugadores!
Miro el juego, sin duda, pero es tan
colorido y da tanto gusto estar en un sitio donde todo el mundo despliega una
sonrisa, que mi cabeza gira como un ventilador, de un lado a otro, para no
perderme nada.
Estrellas de televisión en primera fila,
orgullosamente vestidos con la camiseta del equipo. La gente los ve, pero está
más pendiente de su agrupación que de ellos. Casi pasan desapercibidos.
Sale un gigante a batear y estalla el
estadio en gritos, alabanzas y la samba resuena más fuerte: Alex Cabrera con su
postura de Samurai indiscutible. De hecho, es todo un ritual digno de ser
visto, la forma como se para en la caja de bateo, sube el bate en dirección al
cielo, se inclina hacía atrás y vuelve listo para dar el pelotazo. La pelota
parece saber que le van a dar durísimo y por estrategias, le dan base por bola
intencional, pero es un espectáculo ver a este slugger.
Rumbo al cuarto Inning, se siente la
alegría y también algunas gotas que caen y que no sé si es agua o cualquier
bebida más alegre. Volteo para disfrutar la efusión de la fanaticada y me
consigo con un tremendo personaje que está vestido como un superhéroe; malla
azul completa, pantaloncillos por fuera y gran capa roja como corresponde a
todo buen superhéroe! Lleva un logo en el pecho en forma de diamante al más
puro estilo de Superman, que tiene dos letras de gran tamaño: S y T.
No pude aguantar la tentación de
acercarme, preguntarle su nombre, y con toda la confianza del mundo me dijo:
Soy SuperTibu, el mejor de todos! Eh La Guaira!
¡Este superhéroe no paró de bailar
durante toda la jornada!
Por supuesto que le tomé una foto, pero
les digo que no lo toman desprevenido, al menor movimiento de una cámara, este
maravilloso personaje, hace la pose perfecta de SuperTibu, con la capa
señalando al cielo y su mirada puesta en el futuro.
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